¿Qué debe hacer América Latina para luchar contra el hambre y la obesidad?

¿Qué debe hacer América Latina para luchar contra el hambre y la obesidad?

Por tercer año consecutivo el hambre aumentó en América Latina y el Caribe mientras que la obesidad se ha convertido en la mayor amenaza nutricional de la región con 250 millones de personas que viven con sobrepeso, o el 60% de la población.

La situación es “espantosa” dice el Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura y las más perjudicadas son las poblaciones pobres, las mujeres y los indígenas.

Ricardo Rapallo es oficial de seguridad alimentaria de la FAO y principal responsable del Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2018. El conversó con Noticias ONU sobre los preocupantes datos del informe.

El hambre no solo no retrocede como estaba sucediendo desde el año 2012-2013 sino que los últimos tres años aumenta y nos situamos actualmente alrededor de 39 millones de personas con subalimentación. La obesidad se sitúa en el 7% que es por encima del promedio mundial de sobrepeso infantil que como sabemos es un indicador de la agenda 2030.

Cada año se suman 3,6 millones de obesos a la región, casi uno de cada cuatro adultos es obeso y el sopreso afecta a 3,9 millones de niños.

Se explica por diferentes motivos: el principal y el más obvio es el cambio de los patrones alimentarios de los latinoamericanos y caribeños muy rápido en los últimos 20-30 años, por una parte, es verdad, comemos más carne, más leche, pero también muchos más alimentos procesados con altos niveles de azúcar grasas y sal, esto se debe a la propia transición demográfica de la región, somos cada vez más urbanos. Han cambiado el mercado y las condiciones del mercado del trabajo, desarrollamos hábitos más sedentarios, menos ejercicio físico.

El estudio resalta que quienes llevan la peor parte en cuando al sobrepeso y la obesidad son las poblaciones más vulnerables, aquellas de menos recursos, los indígenas, afrodescendientes , comunidades rurales, así como las mujeres.

Hoy comer sano es más caro que comer menos saludable, por eso muchas poblaciones pobres que dedican más porcentaje de sus ingresos a la alimentación, no tienen más opción que comprar alimentos nutricionalmente menos interesantes pero que al menos cubren sus necesidades calóricas. Estas poblaciones, sobre todo las rurales, tienen menos acceso a servicios básicos de salud, de agua y saneamiento etc. que también tiene un impacto en la malnutrición y también a otros servicios públicos y servicios de protección social para garantizar una alimentación saludable.

La misma desigualdad se ve reflejada en los datos sobre el hambre. Por ejemplo, unos 19 millones de mujeres sufren inseguridad alimentaria severa, en comparación con 15 millones de hombres.

Pero en general, desde 2014, la cantidad de personas con hambre aumentó por tercer año consecutivo en la región, especialmente en Argentina, Bolivia y Venezuela. El mayor aumento ocurrió en este último país, con un incremento de 600.000 personas entre 2014 y 2017.

Fundamentalmente se concentra el aumento del hambre en nuestra región, se explica en gran medida, por la situación económica de Venezuela, pero también hay otros países como argentina o Bolivia que a pesar de haber hecho avances muy importantes ha aumentado ligeramente los niveles de subalimentación o de hambre en los últimos tres años.

Mientras el hambre afecta a 39,3 millones de personas en toda la región, Brasil, Cuba y Uruguay son los únicos países de América Latina con porcentajes de hambre inferiores al 2,5 % de su población.

Pero, ¿Qué puede hacer América Latina para regresar el camino hacia la eliminación de la malnutrición en todas su formas? Rapallo explica que las políticas nacionales tienen un gran papel.
Lo que es imprescindible es volver a situar en la agenda política de más alto nivel el hambre y todas las formas de malnutrición…y en la medida que los países sitúan como un compromiso político el tema del hambre y desarrollan políticas y asignan recursos e inversiones para poder ampliar la cobertura de políticas sociales y productivas pues los beneficios son mayores, y políticas que trasciendan de un Gobierno a otro y que se mantengan con un compromiso de Estado de largo o mediano plazo.

El oficial de la FAO pone como ejemplo de políticas positivas aquellas que apoyan la agricultura familiar y promueven el valor nutricional de los alimentos, así como una reducción del desperdicio.

La reducción de los niveles de sal, azúcar o grasas de los alimentos y los productos procesados. También hay una oportunidad de políticas muy importante en el ámbito alimentario, todo lo que rodea al consumidor para tomar una opción u otra más saludable y menos saludable en función también de su ingreso.

La educación también juega una gran parte, explica Rapallo.

Aunque no es solo una responsabilidad individual, pero si seguir enfatizando la necesidad de promover hábitos y educación saludable en el hogar, en la preparación de los alimentos a través de educación alimentaria y nutricional. Incluir la alimentación saludable dentro del currículo escolar y seguir insistiendo en las campañas de consumo de frutas, hortalizas, vegetales, pescado y valorización de la preparación y consumo de recetas saludables, muchas de ellas tradicionales.

Países como Chile y México han puesto en marcha políticas novedosas para luchar contra la obesidad.

Muchas de estas políticas por su propia novedad todavía estamos viendo qué impacto en el medio plazo tiene, por ejemplo, la ley de etiquetado en Chile o la de impuesto a las bebidas azucaradas en México   u otras que están tratando de reducir la oferta de alimentos altamente procesados en las escuelas como el caso de Costa Rica y otros países.  Hay que medirlos en el largo plazo, pero ya hoy estamos viendo la reducción de algunos de estos consumos de alimentos altamente procesados y mayor consumo de agua u otros alimentos más nutritivos.

Pero las políticas más efectivas, explica Rapallo, son aquellas que nacen desde la misma protección social de los países.

Hay otras políticas de mayor impacto como las de apoyo de agricultura familiar, las de alimentación escolar y las propias medidas de protección social cuando están condicionadas a algunos instrumentos de educación nutricional o de salud, que han tenido impactos positivos y están evaluadas en muchos países como en Colombia, como en México, como en Brasil, como en Chile y en Perú, Que lo que decimos es que hay que aumentar la escala, hay que mantenerlas, y en la medida de lo posible tratar de introducir algunas innovaciones para llegar al núcleo duro del hambre y la desnutrición donde no consiguen bajar las cifras.

Estas políticas deben estar acompañadas también de un enfoque de género .La FAO asegura que, así como las políticas generales de lucha contra la pobreza no han resuelto las desigualdades económicas y sociales de género, en la alimentación también son necesarias políticas específicas orientadas a reducir esa brecha entre hombres y mujeres.

 

 

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Por tercer año consecutivo el hambre aumentó en América Latina y el Caribe mientras que la obesidad se ha convertido en la mayor amenaza nutricional de la región con 250 millones de personas que viven con sobrepeso, o el 60% de la población.

La situación es “espantosa” dice el Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura y las más perjudicadas son las poblaciones pobres, las mujeres y los indígenas.

Ricardo Rapallo es oficial de seguridad alimentaria de la FAO y principal responsable del Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2018. El conversó con Noticias ONU sobre los preocupantes datos del informe.

Cortesía Música: Scott Hines.

Audio Credit
Laura Quiñones
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7'9"
Photo Credit
©Alex Webb/ FAO