María, de 56 años, es una migrante indígena venezolana de la etnia warao en la selva amazónica del norte de Guyana.

En bote, tractor o por avión: la ayuda humanitaria llega hasta las comunidades indígenas más remotas en Guyana

OIM/ Gema Cortes
María, de 56 años, es una migrante indígena venezolana de la etnia warao en la selva amazónica del norte de Guyana.

En bote, tractor o por avión: la ayuda humanitaria llega hasta las comunidades indígenas más remotas en Guyana

Migrantes y refugiados

Esa ayuda, que entrega la Organización Internacional para las Migraciones e incluye alimentos, kits de higiene, baldes, mosquiteros, hamacas, frazadas y herramientas agrícolas, es vital tanto para los migrantes indígenas warao, procedentes de Venezuela, como para las comunidades que los acogen. 

un calor sofocante que la distribución de asistencia comience. María* se sienta tranquilamente con sus nietos, observando las embarcaciones desde las que se descargan los artículos que serán distribuidos.

“Me siento muy feliz de que la asistencia haya llegado a mi comunidad”, dice esta mujer de 56 años que tuvo que irse de su hogar en Venezuela con su familia de 14 integrantes que incluye a algunos parientes lejanos. “Además de alimentos, recibiremos herramientas agrícolas que nos permitirán cultivar en nuestras propias huertas para poder sobrevivir”. 

Pescado y malanga eran los únicos alimentos que María y su familia podían encontrar en su pequeña comunidad en el Delta del Río Orinoco, hogar de los waraos, el segundo mayor grupo indígena de Venezuela.  Recuerda que en 2019 el viaje de cuatro días a Guyana en bote junto a su familia no fue para nada fácil.

“Fue muy desagradable; mis hijos tuvieron que remar constantemente, corrimos numerosos riesgos, incluyendo el de tener que dormir juntos en las tres embarcaciones mientras llovía”, cuenta María mientras mira a sus nietos. “Lo hicimos por ellos para intentar conseguirles una mejor vida”. 

José transporta remando su ayuda humanitaria, en su pequeña piragua.
© IOM Gema Cortes
José transporta remando su ayuda humanitaria, en su pequeña piragua.

Viviendo sobre el agua

María y su familia viven ahora en Anabisi, una pequeña comunidad en la frontera con Venezuela, en la lejana zona norte de Guyana. Allí, cerca de 20 familias warao de Venezuela viven en chozas con techos de paja y sin paredes llamadas Palafitos. Las chozas son construidas sobre pilotes porque los niveles del agua del río siguen aumentando a razón de uno o dos metros por día. 

Las medicinas y los alimentos eran escasos en su comunidad de origen y por esa razón los waraos de Venezuela abandonaron sus tierras a la búsqueda de nuevas oportunidades en Guyana. La mayor parte de ellos han recorrido largas distancias a pie o han usado embarcaciones para cruzar la frontera, buscando una mejor calidad de vida en las comunidades warao de Guyana, que les han dado la bienvenida.

Llegaron con acuciantes necesidades de acceder a alimentos, albergues, y cuidados de la salud, vulnerables a la explotación, el abuso, la violencia y la discriminación. 

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se encuentra en la primera línea entregando esa asistencia tan esperada a estos migrantes y a las comunidades que los acogen que se encuentran en las riberas del río Kaituma, al cual es bastante difícil acceder.

Esta actividad forma parte de los trabajos que se están realizando para apoyar al Gobierno de Guyana, el cual coordinó el almacenamiento y el transporte de los artículos hasta las comunidades. Esa asistencia incluyó la entrega de alimentos, kits de higiene, baldes, mosquiteros, hamacas, frazadas, y herramientas como palas, hachas y machetes. 

Anabisi es una comunidad indígena warao situada a orillas del río Kaituma, en el norte de Guyana.
OIM/Gema Cortés
Anabisi es una comunidad indígena warao situada a orillas del río Kaituma, en el norte de Guyana.

Contra todos los obstáculos

Las grandes distancias geográficas, el clima hostil, y los ríos tumultuosos son tan sólo algunos de los desafíos que el personal de la OIM debe enfrentar para poder cumplir con su tarea de entrega de insumos humanitarios en zonas de difícil acceso al norte de Guyana. El acceso geográfico excesivamente limitado tiene un impacto sobre la población

“La posibilidad de acceder es un problema de relevancia”, declara Mineta Mcklmon, asistente sénior de Proyectos de la agencia de la ONU. 

“Estamos usando pequeños aviones, embarcaciones, tractores e incluso mano de obra humana para acarrear los insumos hasta aquellos lugares en los que no es posible llegar por otros medios. Casi no hay caminos; durante la temporada de lluvias todo está inundado, y es muy complicado poder brindar ayuda”. 

Llegar a Anabisi no es para nada sencillo. Solamente se puede ingresar con pequeñas embarcaciones o aviones. Como está muy lejos y rodeada por la selva amazónica esto hace que esté prácticamente aislada. La asistencia vital suele ser llevada en pequeños aviones y luego se la entrega a las comunidades, a veces en camiones y en otros casos en botes. 

También se entregaron herramientas de pesca y dos botes para ser usados por los migrantes y los residentes locales. Una de las embarcaciones es para pescar y la otra es para transporte de pasajeros. Esta última servirá para ayudar a llevar a las personas a centros de cuidados de la salud y atender otras necesidades de la comunidad. 

La provisión de información valiosa, incluyendo orientaciones acerca de cómo acceder a documentos y al proceso de regularización, son también actividades usuales.

Las personas están muy agradecidas por las actividades y por el hecho de que estamos llegando hasta las comunidades cercanas al río para asistirlas”, señaló Aura Vásquez, Asistente de Proyecto de la OIM. 

Anabisi es una comunidad indígena warao situada a orillas del río Kaituma, en el norte de Guyana.
OIM/Gema Cortés
Anabisi es una comunidad indígena warao situada a orillas del río Kaituma, en el norte de Guyana.

El amor prevalece sobre cualquier adversidad

Más de 7,2 millones de venezolanos se han ido de su país en épocas recientes, y Guyana ha recibido a casi 20.000 que se fueron tras una grave escasez de medicinas y alimentos en sus comunidades de origen. Entre los que se fueron estaban los indígenas waraos y sus familias, que han tenido que enfrentar grandes obstáculos para poder paliar sus necesidades básicas y adaptarse a sus nuevas vidas. 

En la parte del país de habla inglesa, a menudo deben enfrentar una doble barrera idiomática, ya que muchas de estas personas, en especial los adultos mayores, solamente hablan el warao y deben esforzarse para poder entender el idioma español. 

A pesar de todas las adversidades, y de un peligroso viaje de 300 kilómetros hacia el sur rumbo a Guyana, Marianis*, de 21 años, tenía el sueño de una nueva vida en Guyana; y justamente logró recuperar la esperanza a través del amor. Llegó en 2020 con sus padres y dos hermanos, y fue allí donde conoció a quien ahora es su esposo. 

Ahora está felizmente casada con José*, un joven hombre de Guyana que estaba buscando formar una familia.

“Estamos juntos desde el momento en el que nos conocimos, luchando para salir adelante. En algún lugar intentaremos construir una nueva vida”, dijo Marianis, recordando el agradable, pero inesperado giro que su vida dio en Guyana. 

Personal de la OIM escribiendo los nombres de los beneficiarios durante la distribución de ayuda en el norte de Guyana.
OIM/Gema Cortés
Personal de la OIM escribiendo los nombres de los beneficiarios durante la distribución de ayuda en el norte de Guyana.

*Los nombres han sido cambiados por razones de protección.

Esta historia fue escrita por Gema Cortes, de la Unidad de Prensa de la OIM,  Oficina del Enviado Especial para la Respuesta General a la Situación en Venezuela.