En primera persona: He escuchado a niños de Haití que esperan a que sus padres vuelvan a casa, temiendo los hayan matado a tiros

Algunas personas que huyeron de sus hogares a causa de la violencia viven ahora en un antiguo teatro del centro de Puerto Príncipe.

Una mujer se me acercó diciendo que era la primera vez que tenía la oportunidad de expresar con palabras el dolor y el sufrimiento que estaba experimentando.

Eline Joseph , oficial de la Organización International para las Migraciones.

© UNOCHA/Giles Clarke
Algunas personas que huyeron de sus hogares a causa de la violencia viven ahora en un antiguo teatro del centro de Puerto Príncipe.

En primera persona: He escuchado a niños de Haití que esperan a que sus padres vuelvan a casa, temiendo los hayan matado a tiros

Paz y seguridad

Víctimas de la violencia en el país caribeño han contado sus terribles experiencias a una funcionaria de la agencia de la ONU para las migraciones, quien cuenta para Noticias ONU algunos de esos testimonios y su propia vivencia en un país sumido en el caos por las pandillas.

Las personas afectadas por las guerras entre bandas en Puerto Príncipe, la capital de Haití, han descrito a la ONU cómo sus vidas han cambiado violentamente, y una de ellas afirma que siente que ha perdido su identidad y que ya no vale para nada.

Él y otros hablaron con Eline Joseph, que trabaja para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Puerto Príncipe con un equipo que proporciona apoyo psicosocial a las personas que han huido de sus hogares a causa de la violencia y la inseguridad.

Habló con Noticias ONU sobre su vida laboral y el sustento de su familia.

"Tengo que decir que cada vez me resulta más difícil hacer mi trabajo, ya que no puedo moverme libremente y atender a las personas desplazadas, especialmente a las que se encuentran en zonas rojas, que son demasiado peligrosas para visitarlas.

La inseguridad en Haití no tiene precedentes: violencia extrema, ataques de bandas armadas, secuestros. Nadie está a salvo. Todo el mundo corre el riesgo de convertirse en víctima. La situación puede cambiar de un minuto a otro, por lo que debemos permanecer alerta en todo momento.

Pérdida de identidad

Hace poco conocí a una comunidad de agricultores que, debido a la actividad de las bandas, se vieron obligados a abandonar sus fértiles tierras en las colinas de las afueras de Petionville [barrio del sureste de Puerto Príncipe], donde cultivaban hortalizas.

Uno de los líderes me contó cómo habían perdido su modo de vida, cómo ya no podían respirar el aire fresco de la montaña ni vivir de los frutos de su trabajo. Ahora viven en un lugar para desplazados con gente que no conocen, con escaso acceso al agua y a un saneamiento adecuado y con la misma comida todos los días.

Me dijo que ya no es la persona que era, que ha perdido su identidad, que según él era lo único que poseía en el mundo. Dice que ya no vale nada.

He oído historias desesperadas de hombres que se han visto obligados a presenciar la violación de sus esposas e hijas, algunas de las cuales estaban infectadas por el VIH. Estos hombres no pudieron hacer nada para proteger a sus familias, y muchos se sienten responsables de lo ocurrido. Un hombre dijo que se sentía inútil y que tenía pensamientos suicidas.

He escuchado a niños que esperan a que sus padres vuelvan a casa, temiendo que los hayan matado a tiros.

Apoyo psicológico

Trabajando en el equipo de OIM, proporcionamos los primeros auxilios psicológicos a las personas en apuros, incluyendo sesiones individuales y de grupo. También nos aseguramos de que estén en un lugar seguro.

Ofrecemos sesiones de relajación y actividades recreativas para ayudar a las personas a relajarse. Nuestro enfoque se centra en las personas. Tenemos en cuenta su experiencia e introducimos elementos de la cultura haitiana, como proverbios y bailes.

También he organizado sesiones de asesoramiento para personas mayores. Una mujer se me acercó después de una sesión para darme las gracias, diciendo que era la primera vez que tenía la oportunidad de expresar con palabras el dolor y el sufrimiento que estaba experimentando.

La vida cotidiana continúa en las calles de Puerto Príncipe, a pesar de la inseguridad.
© UNOCHA/Giles Clarke
La vida cotidiana continúa en las calles de Puerto Príncipe, a pesar de la inseguridad.

Vida familiar

También tengo que pensar en mi propia familia. Me veo obligada a criar a mis hijos entre las cuatro paredes de mi casa. Ni siquiera puedo sacarlos a pasear, simplemente para que respiren aire fresco.

Cuando tengo que salir de casa para ir de compras o al trabajo, mi hija de cinco años me mira a los ojos y me hace prometer que volveré a casa sana y salva. Esto me entristece mucho.

Mi hijo de 10 años me dijo un día que si el presidente, asesinado en su casa, no está seguro, nadie lo está. Y cuando me dice eso y me cuenta que ha oído que los cadáveres de las personas asesinadas se están dejando en la calle, la verdad es que no tengo una respuesta para él.

En casa, intentamos llevar una vida normal. Mis hijos practican con sus instrumentos musicales. A veces hacemos un picnic en el porche o tenemos una noche de cine o karaoke.

Sueño de todo corazón con que Haití vuelva a ser un país seguro y estable. Sueño con que los desplazados puedan regresar a sus hogares. Sueño con que los agricultores puedan volver a sus campos".