La corrupción es un veneno que corroe las sociedades. Ninguna queda ilesa de sus prácticas. Casi siempre los que más la padecen son los desposeídos, porque afecta donde más duele.

Millones de dólares que se pueden invertir en salud, en educación y en seguridad social van a parar a cuentas de particulares. Es una amenaza transnacional indiscutible particularmente nociva para las instituciones democráticas, las economías nacionales y el imperio de la ley.

En 2003 la ONU adoptó en la ciudad mexicana de Mérida una Convención para fomentar la cooperación internacional contra ese flagelo.

Angélica Maytín Justiniani, es la directora general de la Autoridad Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (ANTAI) de Panamá. Aprovechamos su reciente presencia en Viena a donde acudió como jefa del grupo de examen de los mecanismos de aplicación de la Convención contra la corrupción, para que nos describiera cuánto su país ha avanzado en la lucha contra ese flagelo.