Gus, la tortuga topo más antigua conocida, vive en el Museo de Historia Natural de Nueva Escocia (Canadá).

Crisis de la biodiversidad: La extinción engendra extinción

© Wikimedia/Marty Aligata
Gus, la tortuga topo más antigua conocida, vive en el Museo de Historia Natural de Nueva Escocia (Canadá).

Crisis de la biodiversidad: La extinción engendra extinción

Cambio climático y medioambiente

Cerca de un millón de especies se encuentran actualmente en peligro de extinción, y expertos de la ONU determinan una interconexión de riesgos, ya que la aceleración de la existencia de especies vulnerables en todo el ecosistema desencadena un efecto dominó de pérdida de biodiversidad.

La Universidad de las Naciones Unidas (UNU) llama la atención sobre las coextinciones: la reacción en cadena que se produce cuando la desaparición completa de una especie afecta a otra.

El tema está de actualidad en vísperas del Día Internacional de la Diversidad Biológica, que se celebra anualmente el 22 de mayo, y se aborda en la edición más reciente del informe de la UNU Riesgos de desastres interconectados.

El arquitecto del ecosistema

Entre los animales en peligro se encuentra la tortuga de tierra, una de las especies vivas más antiguas del planeta. Esta trágica historia de pérdida de biodiversidad se desarrolla en el corazón de las llanuras costeras del sur de Estados Unidos.

Sin embargo, su reducido número no sólo es problemático para la supervivencia de la tortuga como especie, ya que estas carismáticas criaturas también desempeñan un papel vital en la preservación del delicado equilibrio de su reino costero.

Las tortugas de tierra no son meros ocupantes de su hábitat; son arquitectos que esculpen ecosistemas y proporcionan santuarios a más de 350 especies. Con sus patas delanteras, que funcionan como palas, excavan madrigueras de seis a nueve metros de largo y 1,8 a 2,5 metros de profundidad.

Cada organismo desempeña un papel vital en la intrincada red de vida del ecosistema que proporcionan estas madrigueras, desde pequeños insectos hasta anfibios de mayor tamaño. Para algunos, las madrigueras de la tortuga de tierra son un refugio seguro para reproducirse y criar a sus hijos, mientras que para otros ofrecen un respiro frente a los depredadores y los elementos.

Si la tortuga de tierra desapareciera, es probable que se produjera un efecto dominó en todo el ecosistema.

Una de las especies más vulnerables es la rana sevosa, en peligro crítico de extinción. La desaparición de la tortuga probablemente pondría en peligro también su supervivencia, ya que depende de las madrigueras de esta para refugiarse y sobrevivir.

Protegida en la mayoría de los lugares, la tortuga de tierra era muy consumida en el sur de Estados Unidos.
© Wikimedia/Birdphotos.com

El papel del hombre

Para arrojar más luz sobre las coextinciones, la UNU afirma que las intensas actividades humanas, como el cambio en el uso del suelo, la sobreexplotación, el cambio climático, la contaminación y la introducción de especies invasoras, están provocando una aceleración de la extinción que es al menos entre decenas y cientos de veces más rápida que el proceso natural de extinciones.

En los últimos 100 años, por ejemplo, se han perdido más de 400 especies de vertebrados. Por ello, el informe incluye las extinciones aceleradas entre sus seis “puntos de inflexión del riesgo” interconectados.

Estos puntos se alcanzan cuando los sistemas de los que depende la humanidad no pueden amortiguar los riesgos y dejan de funcionar como se esperaba, principalmente como consecuencia de la acción humana.

El efecto domino

Los ecosistemas están construidos sobre intrincadas redes de conexiones entre distintas especies, como indica el ejemplo de la tortuga terrestre y la rana sevosa.

El efecto dominó podría llevar a la extinción de más especies e incluso al colapso de ecosistemas enteros.

Con casi un millón de especies animales y vegetales amenazadas, el efecto dominó de la extinción de una sola especie puede afectar a innumerables otras, alterando funciones ecológicas vitales.

La nutria marina, en peligro de extinción, es otro ejemplo de la compleja dependencia de los ecosistemas. Antes abundaban en los bosques de algas del Pacífico, pero ahora están en peligro de extinción debido a la caza implacable por su piel en el pasado.

En una afinada danza ecológica, las nutrias marinas se alimentan de erizos de mar y detienen el crecimiento desenfrenado de sus poblaciones. Sin la presencia de las nutrias, estos espinosos herbívoros se desbocan y transforman los frondosos bosques de algas en planicies áridas tras haber sido devoradas por los erizos.

La desaparición de las nutrias marinas tendría repercusiones que irían mucho más allá de la desaparición del alga, según la UNU. Más de 1000 especies, entre ellas tiburones, tortugas, focas, ballenas, aves y multitud de peces, dependen de estos refugios submarinos para su propia existencia.

Crear el futuro que queremos

Abordar la crisis de la biodiversidad exige un enfoque polifacético que reconozca la interconexión de riesgos y soluciones.

El Día Internacional de la Diversidad Biológica insta a todos a apoyar la aplicación del Plan de Biodiversidad, adoptado en 2022, que establece objetivos y medidas concretas para detener e invertir la pérdida de naturaleza de aquí a 2050.

Uno de los objetivos incluye reducir diez veces la tasa de extinción de todas las especies para mediados de siglo y aumentar la abundancia de especies silvestres autóctonas hasta niveles saludables y resilientes, afirmó Zita Sebesvari, directora adjunta del Instituto de Medio Ambiente y Seguridad Humana de la UNU (UNU-EHS) y autora principal del informe Riesgos de desastres interconectados.

“Aunque las estrategias de adaptación, como la restauración y protección de corredores verdes entre hábitats animales, ofrecen cierto respiro, sigue siendo crucial abordar los factores subyacentes de la extinción, porque este objetivo no podrá alcanzarse mientras corramos el riesgo de acelerar las extinciones”, explicó.

A largo plazo, evitar las extinciones y coextinciones será la única solución realista para frenar la pérdida de biodiversidad, lo que exige un cambio de mentalidad.

“Los esfuerzos de conservación deben ir más allá de las especies individuales y abarcar ecosistemas enteros”, afirmó Sebesvari.

“Se necesitan medidas urgentes y decisivas para preservar la resistencia de los ecosistemas y garantizar la supervivencia de la diversa red de vida de nuestro planeta. Abrazar la naturaleza como parte integral de nuestra cultura es esencial para asegurar un futuro sostenible, reconociendo que nuestro destino está inevitablemente entrelazado con el destino del mundo natural.”