El presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, abraza a la refugiada salvadoreña Karla Torres durante la entrega del Sello Vivir la Integración

Los refugiados no venimos a invadir, venimos a aportar

ACNUR Costa Rica
El presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, abraza a la refugiada salvadoreña Karla Torres durante la entrega del Sello Vivir la Integración

Los refugiados no venimos a invadir, venimos a aportar

Migrantes y refugiados

Una refugiada salvadoreña pasa de huir de las pandillas a entregar un premio al presidente de la República de Costa Rica, su país de acogida. Con la ayuda de ACNUR, ha logrado sobrevivir a la amenaza de muerte que pesaba sobre su familia.

A Karla Torres, madre y esposa salvadoreña ahora refugiada en Costa Rica, le cuesta recordar su historia, pero no es una cuestión de memoria, sino de dolor.

“Mi vida era muy feliz en El Salvador, yo no me podía quejar de las bendiciones que Dios me había dado en mi país. Tenía casa propia, tenía un vehículo, teníamos motos, teníamos un local en el mercado de venta de jugos y reparación de celulares”.

Sus dos hijas y su hijo estudiaban y ella trabajaba en su negocio propio. Su esposo también tenía un empleo fijo. Pero tuvieron que dejarlo todo cuando les llegó un mensaje diciendo que las pandillas, que constantemente extorsionan a los salvadoreños, querían 10.000 dólares a cambio de la vida de su marido, la de sus suegros y la de una tía.

“Sabían cómo la tía caminaba, por donde caminaba y con quién caminaba y dijeron que ella era la que traía a mis hijos en el carro”.

Se querían llevar al niño porque ya tenía catorce años y lo querían involucrar en las pandillas.

Karla cuenta cómo ella y su familia intentaron continuar con su vida normal e ignorar la amenaza, pero poco después se dio cuenta de que su hijo adolescente corría peligro.

“A la semana me llega a mí un muchacho que hace parte de las mismas pandillas y me dijo que tuviera cuidado porque se querían llevar al niño porque ya tenía catorce años y lo querían involucrar en las pandillas, y que, aunque yo no lo permitiera se lo iban a llevar.”

Karla dice que tuvo la suerte de que le advirtiera este joven, al que en el pasado había dado comida y ayudado. Su vida estaba en peligro por avisarla, por eso le pidió que no dijera nada, y que se fuera de inmediato.

La amenaza tenía un plazo

Nuestra protagonista tenía miedo, no sabía cómo decírselo a su esposo, enfermo de diabetes, pero tuvo que hacerlo cuando le avisaron de que “el viernes” iban a llevarse a su hijo.

En ese momento, empacó la vida de su familia en una sola maleta y huyó a otro departamento del país. Pero su pesadilla estaba lejos de terminar…

“Estuvimos una semana allí, pero vimos que andaban carros que nunca habíamos visto pasar ahí y estaban rarísimos y andaban vigilando, y descubrimos que los que estaban dentro del carro eran pandilleros. Nos dio miedo porque sabíamos que era con nosotros y lo que hicimos fue optar por venir para Costa Rica”.

Karla y su familia vendieron su auto de un día para otro por 2000 dólares. Ese dinero era todo lo que tenían para llegar a Costa Rica y sobrevivir. Un "tráiler" les dio un “aventón” a Nicaragua y de ahí pasaron a Costa Rica.

“Nosotros traíamos solo una maleta con ropa, y una hielera donde cargábamos la insulina de mi esposo, pero de tanta aflicción al ver que no había bus para salir para acá se nos olvidó la hielera en el tráiler”.

La dura llegada a Costa Rica

Una mujer salvadoreña que huyó de la violencia en su país. ACNUR/ Markel Redondo
ACNUR/Markel Redondo
Una mujer salvadoreña que huyó de la violencia en su país. ACNUR/ Markel Redondo

Al llegar, una familia los alojó durante dos semanas, luego Karla consiguió alquilar un cuarto, en el que vivieron ocho meses, apretados, pero a salvo.

“Teníamos que empezar, se trataba de no decaer en este país, porque tampoco podíamos regresar. El regresar significaba morir, uno por uno, porque habíamos huido”.

El regresar significaba morir, uno por uno, porque habíamos huido.

Su esposo estaba enfermo porque no tenía insulina y el dinero se le estaba acabando, fue ahí cuando lograron la ayuda de organizaciones locales que les dieron desde comida hasta formación para comenzar a trabajar.

“Las organizaciones ayudaron con alimentos, económicamente y me dieron capacitaciones. A mis hijas les dieron psicología porque ellas venían muy mal, el varón también, y los metieron a un grupo de apoyo. Entré a un proyecto para emprendedores, me dieron un capital semilla con el que yo pude comprar mi planchita, mis cositas de plástico, y un hornito. Con ese es el que yo salí adelante, con lo que hago las ventas.

El camino a convertirse en emprendedora

Karla ahora vende pupusas, el platillo nacional de su país, tortillas de maíz rellenas y hechas a mano. Pero ella no aprendió a hacerlas en El Salvador, sino en Costa Rica, por pura necesidad.

“Yo no sabía hacer pupusas y no sabía qué hacer, porque me salían mal y yo sabía que así no se podían vender”.

Pero ella continuó intentándolo hasta que logró la receta. El reto siguiente estaba en salir a la calle a venderlas.

“Yo ni decía que estaba vendiendo. Yo iba caminando y me decían ¿qué lleva ahí de vender? Y yo decía son pupusas, y me decían por qué no avisa señora Karla que no le dé pena. Así empecé y agarré valor y gracias a mi Dios estoy aquí donde estoy”.

Karla está muy agradecida a las organizaciones que han ayudado a su familia y a decenas de refugiados que comparten una historia parecida a la suya.

“Las organizaciones nos ayudaron a comenzar esta gran lucha, porque si no hubiera sido por ellas también sinceramente no sobrevivimos. Soy sincera”.

El Sello Vivir la Integración

(El Representante de ACNUR en Costa Rica, Carlos Maldonado, el Presidente de la República, Luis Guillermo Solís, la refugiada Karla Torres y la vicepresidente Ana Helena Chacón.
ACNUR Costa Rica
(El Representante de ACNUR en Costa Rica, Carlos Maldonado, el Presidente de la República, Luis Guillermo Solís, la refugiada Karla Torres y la vicepresidente Ana Helena Chacón.

Karla es una de las beneficiadas del Programa Vivir la Integración, un programa que nació en el año 2013 de una alianza público-privada que promueve la inserción de las personas refugiadas en mercado laboral, y a través de esto, su integración en la sociedad costarricense.

El programa está dirigido por la Agencia de la ONU para los Refugiados, instituciones del Estado costarricense y varias ONG.

Este año se realizó la primera entrega del Sello Vivir la Integración a veinte organizaciones, la primera certificación a nivel mundial para la calidad y trazabilidad de derechos humanos a nivel global.

“El Sello Vivir la Integración es un mecanismo que fue declarado por el gobierno de Costa Rica en el que se certifica a cinco grupos de empresas privadas, gobiernos locales e instituciones públicas, academia y organizaciones, que a lo largo del año han llevado a cabo acciones en favor de las personas refugiadas y que demuestran un compromiso claro fundamentalmente de cara a la integración en la sociedad costarricense”, explica Carlos Maldonado representante del ACNUR en Costa Rica.

Durante la ceremonia de entrega de la certificación estuvieron presentes el presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, y la vicepresidenta Ana Helena Chacón. Karla tuvo la oportunidad de conocerlos y compartir su agradecimiento.

La Agencia de la ONU para los Refugiados quiso que la refugiada salvadoreña le entregara al mandatario un reconocimiento simbólico por liderar el proceso desde el poder ejecutivo para fomentar la integración de los refugiados en Costa Rica por los pasados cuatro años.

“Me sentí muy contenta de que me tomaran en cuenta de entre tantos refugiados que hay y ser privilegiada y tener la oportunidad de entregarle ese premio al presidente.”

En conjunto con ACNUR, hemos avanzado de forma contundente en la integración de las personas refugiadas y solicitantes de la condición de refugiado.

“Se trata de un sello de humanidad, un sello de solidaridad, un sello que nos hace mejores al comprometernos a seguir defendiendo y ampliando los derechos de las personas refugiadas, facilitando sus vidas”, dijo el presidente Solís, quien agregó que el enfoque de derechos humanos de su Administración es un claro ejemplo de cómo un país de renta media alta puede hacer bien las cosas y compartir sus experiencias con el resto del mundo.

“En conjunto con ACNUR, hemos avanzado de forma contundente en la integración de las personas refugiadas y solicitantes de la condición de refugiado”, expresó.

Para Carlos Maldonado, el Sello Vivir la Integración demuestra un compromiso claro por parte de no solo del Gobierno de Costa Rica sino de la sociedad respecto a la integración y la protección temprana de los refugiados.

“Es una oportunidad para que los mismo refugiados y refugiadas conozcan quienes están realizando estas tareas en favor de la integración, que la opinión pública también lo conozca y reconozca. Además, porque se dará cada año, es una posibilidad de que estas organizaciones confirmen ese compromiso al año siguiente”, explica.