En primera persona: un voluntario contra la hepatitis C

Koketso Mukubani, sentado frente al Sediba Hope Medical Centre de Tshwane (Sudáfrica).

No sabía qué era la hepatitis y temí por mi vida. Dicen que los hombres no lloran, pero yo no pude contener las lágrimas.  

Koketso Mukubani , exconsumidor habitual de narcóticos y voluntario de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

© UNODC
Koketso Mukubani, sentado frente al Sediba Hope Medical Centre de Tshwane (Sudáfrica).

En primera persona: un voluntario contra la hepatitis C

Salud

Koketso Mukubani, exconsumidor habitual de narcóticos y voluntario de una ONG que trabaja con la agencia de la ONU contra las drogas, cuenta cómo supo que había adquirido la enfermedad y cómo la combatió. 

El sudafricano Koketso Mukubani trabaja como oficial de enlace comunitario para la Red Sudafricana de Personas que Usan Drogas, apoyada por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).

En vísperas del Día Mundial de la Hepatitis, que se celebra cada 28 de julio, Mukubani habó con Noticias ONU sobre cómo recibió su diagnóstico durante un programa de divulgación de intercambio de agujas, en el que las personas que usan drogas pueden obtener agujas limpias y sin usar.

“Mi madre murió de VIH cuando yo tenía 14 años. Era madre soltera. Fue entonces cuando comencé a usar drogas. Su muerte se convirtió en algo agobiante para mí. También fue abrumador para mi abuela.

Después de la muerte de mi madre, en el lapso de una semana, también perdimos a mi abuelo. Mi abuela se volvió alcohólica y vendió nuestra casa, porque era incapaz de vivir con los recuerdos.

En esos tiempos fumaba marihuana porque estaba gordito y me sentía muy avergonzado de mi cuerpo. Pensaba que la marihuana me ayudaría a perder peso. Pero después de la muerte de mi madre comencé a usarla más para sobrellevar la situación. Luego, empecé a beber mucho y luego continué con la heroína y cualquier cosa que se me cruzara. Mi vida se salió de control. Nos mudamos a áreas rurales y no pude adaptarme. Así que huí y me fui a las calles. Tenía 20 años.

Temí por mi vida

Descubrí que tenía hepatitis C positiva en este edificio, el Centro Médico Sediba Hope en Tshwane, a las afueras de Pretoria. Me habían hablado de una iniciativa en donde nos sacarían sangre y por la cual nos pagarían.

No sabía para qué iba a ser utilizada mi sangre en el centro médico. ¡Mi motivación era el dinero para más dosis! Así que en el 2017, accedí al programa de divulgación sobre intercambio de agujas en Marabastad.

Me explicaron que me harían una prueba de VIH y una prueba de detección de hepatitis B y C.

(Al llegar los resultados) tuve el susto de mi vida cuando me dijeron que era hepatitis C positivo. No sabía qué era la hepatitis y temí por mi vida. Dicen que los hombres no lloran, pero yo no pude contener las lágrimas.

La doctora fue compasiva. Me calmó, me explicó qué era la hepatitis y que se puede controlar con un estilo de vida saludable. Me culpé a mí mismo. Contraje una enfermedad a través de mi uso imprudente de drogas. La prevalencia de la enfermedad entre las personas que consumen drogas era entonces del 80%.

(A pesar de ello) volví a las calles y seguí usando drogas, pero el diagnóstico rondaba por mi mente.

Koketso Mukubani recoge un tratamiento de metadona en Sediba Hope.
© UNODC
Koketso Mukubani recoge un tratamiento de metadona en Sediba Hope.

Retomar el control

Quería controlar mi adicción a las drogas, tener más control de mi salud. Me uní al Programa de Uso de Sustancias Orientado a la Comunidad en la Universidad de Pretoria, donde comencé el tratamiento de sustitución de opioides (OST).

Empecé a tomar metadona, un medicamento que se usa para tratar el trastorno por consumo de opioides. También me tomaron sangre para verificar la funcionalidad del hígado. No me perdí un solo día. Después de completar el programa de 12 semanas, me tomaron sangre nuevamente; estaba libre del virus. También recibí la vacuna para la hepatitis B.

El programa tenía un elemento de reintegración familiar lo cual me proporcionó alegría y alivio. Empecé a tener una relación con mis seres queridos nuevamente, pero debido al estigma no divulgué mi estado médico.

Mi familia se enteró cuando estaba libre del virus. Me hace feliz que se enteraran cuando estaba limpio, porque lo único que temía era el estigma. Este tiene el potencial de abrumarme tanto que podría volver a las calles o usar drogas incluso más que antes.

Enfoque inclusivo

Necesitamos un paquete integral de reducción de daños, disponible de inmediato y de fácil acceso (en Sudáfrica). También necesitamos ampliar los programas de divulgación de intercambio de agujas, los tratamientos de sustitución de opioides y las pruebas.

Necesitamos incluir a las personas que usan drogas en la planificación e implementación de todas las iniciativas asociadas con la salud y de los servicios que se les van a entregar.

Estas personas son muy importantes para desmentir los mitos e identificar a los beneficiarios del tratamiento. Se les debe contratar para trabajos de reducción de demanda, campañas, distribución de agujas, etc.

Nosotros (las personas que usan drogas) hacemos trabajo voluntario, pero es un trabajo real. Merecemos la misma compensación que el personal médico que hace el mismo trabajo”.