Unos 10 millones de niños están en peligro en el Sahel por la sombra de la guerra

Los niños de un campo de desplazados de Malí reciben ayuda para recuperarse de situaciones traumáticas.
© UNICEF/Tiécoura N’Daou
Los niños de un campo de desplazados de Malí reciben ayuda para recuperarse de situaciones traumáticas.

Unos 10 millones de niños están en peligro en el Sahel por la sombra de la guerra

Ayuda humanitaria

Alrededor de 10 millones de niños de Burkina Faso, Malí y Níger necesitan urgentemente ayuda humanitaria debido a los conflictos armados, mientras que otros cuatro millones corren peligro en los países vecinos a medida que las hostilidades entre grupos armados y fuerzas de seguridad nacionales se extienden a través de las fronteras, alerta UNICEF.

Los niños se encuentran en la primera línea de los conflictos armados, alerta el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) en un informe publicado este viernes.

“Están cada vez más atrapados en el conflicto armado, como víctimas de la intensificación de los enfrentamientos militares, o como objetivo de grupos armados no estatales”, ha declarado la directora regional de la agencia para África Occidental y Central.

"El año 2022 fue especialmente violento para los niños del Sahel central. Todas las partes en conflicto deben detener urgentemente los ataques tanto contra los niños como contra sus escuelas, centros de salud y hogares", añadió Marie-Pierre Poirier.

En Burkina Faso, durante los nueve primeros meses de 2022, se constataron tres veces más muertes de niños que en el mismo periodo de 2021. La mayoría de los niños murieron por heridas de bala durante ataques a sus aldeas o como consecuencia de artefactos explosivos improvisados o restos explosivos de guerra.

"La escala de la crisis en el Sahel central y, cada vez más, en los países costeros vecinos, requiere urgentemente una respuesta humanitaria más fuerte, así como una inversión a largo plazo en servicios sociales esenciales resistentes que ayuden a consolidar la cohesión social, el desarrollo sostenible y un futuro mejor para los niños", dijo Pierre Poirier.

Intensificación del conflicto armado

El conflicto armado se ha vuelto cada vez más brutal. Algunos de los grupos armados que operan en amplias zonas de Malí, Burkina Faso y, cada vez más, en Níger, emplean tácticas que incluyen el bloqueo de ciudades y pueblos y el sabotaje de las redes de suministro de agua. Según proyecciones recientes, más de 20.000 personas de la zona fronteriza entre Burkina Faso, Malí y Níger se encontrarán en situación de inseguridad alimentaria de nivel "catastrófico" en junio de 2023.

Los grupos armados que se oponen a la educación administrada por el Estado queman y saquean sistemáticamente las escuelas, y amenazan, secuestran o matan a los profesores.

Más de 8300 escuelas han cerrado en los tres países porque han sido blanco directo de los grupos armados, porque los profesores han huido o porque los padres se han visto desplazados o demasiado asustados para enviar a sus hijos a la escuela. Más de una de cada cinco escuelas de Burkina Faso ha cerrado y el 30% de las escuelas de la región nigerina de Tillabéri ya no funcionan debido al conflicto.

Las hostilidades se están extendiendo a las regiones fronterizas septentrionales de Benín, Costa de Marfil, Ghana y Togo, comunidades remotas con escasas infraestructuras y recursos, donde los niños tienen un acceso extremadamente limitado a los servicios esenciales y a la protección.

En 2022, se registraron al menos 172 incidentes violentos en las zonas fronterizas del norte de los cuatro países. En Benín, que ha sido el país más afectado, hasta el 16% de la población se considera en situación de riesgo, según una red regional de vigilancia. Tanto en Benín como en Togo, nueve escuelas de las regiones septentrionales de los países habían cerrado o dejado de funcionar debido a la inseguridad a finales de 2022.

Crisis climática y desnutrición

La crisis se desarrolla en una de las regiones más afectadas del planeta por el cambio climático. Las temperaturas en el Sahel están aumentando 1,5 veces más rápido que la media mundial. Las precipitaciones son más irregulares e intensas, provocando inundaciones que reducen el rendimiento de los cultivos y contaminan las escasas reservas de agua. En 2022, las peores inundaciones en años dañaron o destruyeron 38.000 hogares en Níger, que ocupa el séptimo lugar a nivel mundial en el Índice de Riesgo Climático para la Infancia.

El cambio climático amenaza los medios de subsistencia de las familias y muchos terminan por abandonar sus hogares. La afluencia de desplazados genera más tensiones y pone en riesgo a mujeres y niños en las zonas en las que se dispone de agua.

Una vez en los campos de desplazados, los niños están expuestos a la malnutrición y enfermedades.

Habitantes de Maiduguri, Nigeria, recogen agua en una bomba suministrada por un colaborador de la ONU.
UNOCHA/Damilola Onafuwa
Habitantes de Maiduguri, Nigeria, recogen agua en una bomba suministrada por un colaborador de la ONU.

Falta financiación

La crisis en el Sahel central sigue estando crónica y críticamente infrafinanciada: en 2022, UNICEF recibió sólo un tercio de su llamamiento de 391 millones de dólares para la región. En 2023, la agencia ha hecho un llamamiento de 473,8 millones de dólares para apoyar la respuesta humanitaria en esta zona y en los países costeros vecinos.

Para hacer frente a la amenaza cada vez más grave que se cierne sobre los niños, UNICEF insta a los gobiernos de todo el Sahel central y de los países costeros afectados, junto con los socios técnicos y financieros, a aumentar significativamente la inversión en la ampliación del acceso a los servicios sociales esenciales y la protección, como vías clave para la paz y la seguridad.

Este aumento debe centrarse en reforzar y apoyar los sistemas, redes y fuerzas de trabajo locales que son los primeros en responder durante las crisis, y que pueden llegar de forma sistemática a los niños, especialmente en las comunidades de difícil acceso.

Asimismo, la agencia de la ONU insta a todas las partes en conflicto a cumplir sus obligaciones morales y jurídicas de proteger a los niños y las infraestructuras de las que dependen para su supervivencia, protección y educación. Esto incluye:

  • poner fin a los ataques contra los niños y los servicios de los que dependen
  • respetar el espacio y el acceso humanitarios
  • aplicar protocolos específicos sobre el trato de los niños afectados por el conflicto armado
  • comprometerse con las Naciones Unidas en planes de acción concretos para poner fin a las graves violaciones contra los niños