Tradicionalmente, el yoga nos ha alertado de la interdependencia del género humano y la naturaleza. El sólo hecho de hacer a las personas conscientes de su respiración es una forma de vincularlas con su propia naturaleza y con su medio. Hacer yoga ha tenido siempre una dimensión ecológica que, no obstante, en la vida moderna llega a ignorarse cuando se piensa que se trata nada más de un ejercicio físico, pero su práctica puede ayudar a proteger ese entorno y a hacer frente al cambio climático.