Una enfermera de la Organización Internacional para las Migraciones durante una consulta médica en zonas remotas de Brasil.

Cuidados de salud a indígenas migrantes de Venezuela y comunidades de acogida en Brasil

OIM/Gema Cortés
Una enfermera de la Organización Internacional para las Migraciones durante una consulta médica en zonas remotas de Brasil.

Cuidados de salud a indígenas migrantes de Venezuela y comunidades de acogida en Brasil

Migrantes y refugiados

En las zonas remotas de Brasil las comunidades indígenas tienen que viajar horas para conseguir atención médica. La agencia de la ONU que trabaja con los migrantes ayuda a superar esta situación mediante el despliegue de unidades móviles sanitarias que llevan atención médica a miles de migrantes y residentes de las comunidades de acogida.

En Roraima, al norte de Brasil, un vehículo médico desciende por un camino escarpado, levantando una polvareda. Se trata de una de las Unidades Sanitarias Móviles de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que ayuda a llevar asistencia médica a las personas indígenas de Venezuela y a sus comunidades de acogida en una de las zonas de más difícil acceso en Brasil.

El Estado de Roraima es el principal punto de entrada desde Venezuela a Brasil para quienes escapan de la actual crisis social y económica en ese país. Muchos de los más de 400.000 venezolanos que viven actualmente en Brasil ingresaron al país a través de este estado norteño.

"En general las personas encuentran un médico cerca de donde viven pero para miles de ellas que habitan en comunidades rurales, los cuidados de la salud se encuentran a horas de distancia”, dijo una doctora de la agencia de la ONU llamada María Chan al final de un largo día de consultas.

Para poder cooperar con la solución a este problema, la OIM ha decidido contratar personal médico, que viaja hasta la puerta de quienes podrían llegar a necesitarlos.

“Las personas indígenas se encuentran entre las poblaciones más vulnerables. Estos servicios realmente cambian las vidas de las personas con enfermedades crónicas en comunidades rurales; facilitan sus vidas”, añade Chan.

Un grupo de indígenas espera su turno para una evaluación médica en el norte de Brasil.
OIM/Gema Cortés
Un grupo de indígenas espera su turno para una evaluación médica en el norte de Brasil.

Migrantes, refugiados y comunidades de acogida

Las unidades móviles están totalmente equipadas para brindarles a los migrantes venezolanos, incluso a los refugiados y a las comunidades de acogida, los cuidados de salud que tanto necesitan, incluyendo tratamientos esenciales y medicamentos una vez por mes.

Dos Unidades Sanitarias Móviles llegan hasta las poblaciones más vulnerables de la región y capacitan a agentes sanitarios de la comunidad para que puedan brindar cuidados primarios de la salud a pacientes rurales.

Las comunidades indígenas de la región pueden padecer diversas enfermedades crónicas, como por ejemplo hipertensión y diabetes, malnutrición infantil, micosis en la piel, parásitos y enfermedades de transmisión sexual (ETS). La mayor parte de estas personas no tienen acceso a centros de salud.

Una anciana indígena espera su turno para la consulta médica en una remota aldea del norte de Brasil.
OIM/Gema Cortés
Una anciana indígena espera su turno para la consulta médica en una remota aldea del norte de Brasil.

Cuidados que salvan vidas

En una pequeña habitación de una escuela abierta en Sakao Motá, una remota aldea indígena en la que cohabitan locales y venezolanos, las personas esperan en medio de un sofocante calor a que el doctor las llame para sus controles médicos.

Katiuska Fernández, de 31 años, se sienta tranquilamente junto a su hijo de ocho. Lleva un embarazo de seis meses.

"El hospital más cercano está a una hora de distancia en coche desde aquí y no tenemos dinero como para pagar un taxi o algún otro medio de transporte”, dice mientras espera su control regular de maternidad. “Estoy muy feliz de que todo esté bien. Estos cuidados de la salud nos han cambiado la vida”.

La doctora de la OIM Maria Chang realizando consultas en una aldea indígena remota.
OIM/Gema Cortés
La doctora de la OIM Maria Chang realizando consultas en una aldea indígena remota.

8000 beneficiados

En 2018, la escasez de alimentos y medicamentos, además de la inseguridad cada vez mayor, presionaron a Katiuska y a su familia de cinco integrantes para que se fueran de su pequeña comunidad en Venezuela cercana a la frontera. Vendieron todas sus pertenencias y cruzaron el límite junto a otras familias Taurepang. Desde aquel momento, la agricultura de subsistencia que desarrollaron en la comunidad de acogida les ha ayudado a sobrevivir.

El año pasado, los equipos sanitarios de la OIM atendieron consultas médicas y psicológicas de aproximadamente 8000 migrantes en situación de vulnerabilidad incluyendo a personas refugiadas y miembros de las comunidades de acogida en todo Roraima, con un promedio de 30 personas a diario.

Los cuidados médicos incluyeron controles generales de salud, pruebas de enfermedades de transmisión sexual, de COVID-19, de glucosa en sangre, medicina pediátrica y consultas prenatales.

Personal de la OIM entregando medicamentos a pacientes de la Unidad Móvil de Salud.
OIM/Gema Cortés
Personal de la OIM entregando medicamentos a pacientes de la Unidad Móvil de Salud.

Severamente impactada por la migración

Ubicada en las tierras indígenas de São Marcos – un conjunto de asentamientos bajo un sol abrasador en donde vive el pueblo Tauperang  –Sakao Motáis es una de las comunidades indígenas más severamente impactadas por el flujo de migrantes venezolanos, incluyendo refugiados. Otras comunidades en la frontera entre Brasil y Venezuela que también se han visto afectadas son Ta'rau Parú, Par Bananal, y Sorocaima.

Hay 160 pueblos indígenas venezolanos pertenecientes al grupo Taurepang que actualmente viven en Sakao Motá. Antes de la llegada de los venezolanos el pueblo tenía solamente 100 residentes. 

A pesar de que los recursos agrarios de la aldea están sujetos a una gran presión, los venezolanos han sido bien recibidos pues son parte del mismo grupo indígena que comparte orígenes lingüísticos y vínculos de parentesco. 

Sentado debajo de un árbol de tamarindo, Silvano Fernández, un hombre indígena brasileño de 55 años recuerda cómo su comunidad les abrió sus brazos a los hermanos y hermanas de Venezuela.

“Son nuestros parientes; debemos darles la bienvenida porque son nuestra gente. Hoy son ellos, pero mañana podríamos ser nosotros”, afirma.

Silvano es uno de los pacientes regulares de la unidad médica. Sufre de dolores crónicos provocados por un accidente en coche, los cuales le impiden tener una vida normal.

Aun cuando el estado de salud de Katiuska en relación a su embarazo ha ido mejorando al concurrir a controles regulares, al no contar con a un vehículo o con una señal telefónica no ha tenido más opción que la de prepararse para dar a luz en su hogar cuando ese momento llegue.

"Si no puedo conseguir un medio de transporte hasta el hospital más cercano, mi bebé deberá nacer en casa en la comunidad, como ya ha ocurrido con todos mis ancestros”, dice ella tras haber recibido cuidados prenatales.

Esta historia fue escrita por Gema Cortés, Unidad de Prensa de la OIM, Oficina del Enviado Especial para la Respuesta Regional a la Situación en Venezuela.