Ante el resurgir de la intolerancia, la Alianza de Civilizaciones es más necesaria que nunca

Los refugiados rohinyás todavía viven en Cox´s Bazar, en Bangladesh, un año después de haber huido de Myanmar.
UNFPA Bangladesh / Carly Learson
Los refugiados rohinyás todavía viven en Cox´s Bazar, en Bangladesh, un año después de haber huido de Myanmar.

Ante el resurgir de la intolerancia, la Alianza de Civilizaciones es más necesaria que nunca

Paz y seguridad

La Alianza de Civilizaciones es fundamental para la paz y el desarrollo en un momento en el que vemos el resurgimiento de las organizaciones neonazis, la xenofobia, el antisemitismo, la homofobia o la violencia contra la mujer, ha destacado el Secretario General de la ONU.

Para António Guterres, la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas no es una iniciativa para “sentirnos bien”, sino que es “fundamental para la paz, la seguridad, el desarrollo sostenible y para el mundo que necesitamos construir”.

Durante la sesión de apertura del octavo Foro Global de la Alianza de Civilizaciones, que se celebra durante dos días en la sede de la ONU en Nueva York, Guterres destacó que el papel de la iniciativa es en este momento más relevante que nunca para cumplir con los objetivos de la Agenda 2030 de construir sociedades más “pacíficas, justas y resistentes”.

En especial, prosiguió Guterres, porque actualmente “la cultura, la fe y una falsa noción de identidad siguen creando graves problemas y amenazas en diferentes regiones”, como la situación de los rohinyá en Myanmar, sometidos a una limpieza étnica “en el único lugar al que pueden llamar hogar”.

El Secretario General calificó de “inaceptable y vergonzoso” que la identidad convierta a una persona o a una comunidad en un objetivo. Como ejemplos, resaltó el resurgimiento de las organizaciones neonazis y el antisemitismo, el descrédito hacia los refugiados y migrantes, en la homofobia o en la “pandemia mundial” de violencia contra las mujeres y niñas.

Por todas estas razones, el titular de la ONU apeló a la unidad para construir sociedades inclusivas, donde la diversidad sea vista como una fuente de “riqueza y no como una amenaza”. Conseguirlo requerirá el compromiso de los líderes políticos, comunitarios y religiosos, destacó.

¿Cómo alcanzar este objetivo?

La manera de lograr esta meta pasa por establecer un diálogo “sincero e inclusivo”, en el que los líderes religiosos y las organizaciones eclesiásticas jueguen un papel fundamental; aprovechar la creatividad y la vitalidad de los jóvenes; y respetar los derechos humanos.

La presidenta de la Asamblea General, María Fernanda Espinosa, destacó la compleja coyuntura global en la que nos encontramos “marcada por múltiples crisis” que, para ser contrarrestadas, precisan  “una fuerte acción colectiva”  y acuerdos mundiales.

Construir estos acuerdos requiere diálogo, “el instrumento más poderoso”, dijo antes de añadir: “Un diálogo que respete la diversidad basado en la tolerancia y en la empatía; en el reconocimiento de que, a pesar de las diferencias religiosas o culturales, nos une nuestra condición humana.”

Espinosa destacó que desde su creación la Alianza ha fomentado el diálogo y se ha convertido en una plataforma para el acercamiento de naciones, culturas y religiones. Además de preservar este espacio ‘hay que fortalecerlo y expandirlo”, agregó.

Finalmente citó al escritor italiano Umberto Eco para afirmar que la diversidad es la mayor fuente de riqueza que posee la humanidad: “La belleza no es solo la unidad en la variedad, sino también la diversidad en la unidad”.

 La Alianza como fuente de “poder blando”

El secretario de estado de Asuntos Exteriores de España, Fernando Martin Valenzuela, destacó que la Alianza es un ejemplo único de “poder blando”, que no se ha de entender como poder débil.

“La Alianza atesora un poder fuerte porque condensa valores globales y puede contribuir en último término a atajar las dinámicas profundos de los conflictos antes de que estos se materialicen”.

La Alianza de las Civilizaciones de las Naciones Unidas se creó para mejorar la comprensión y la cooperación entre las naciones y los pueblos de todas las culturas y religiones -en particular, entre las llamadas sociedades occidentales y musulmanas- y, en el proceso, para ayudar a contrarrestar las fuerzas que alimentan la polarización y el extremismo.

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