El mensaje de la República Centroafricana a la ONU: "Lo único que queremos es la paz"

Fuerzas de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINUSCA), patrullando el barrio musulman PK5 en Bangui, la capital del país. Foto: ONU/Eskinder Debebe
Fuerzas de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINUSCA), patrullando el barrio musulman PK5 en Bangui, la capital del país. Foto: ONU/Eskinder Debebe

El mensaje de la República Centroafricana a la ONU: "Lo único que queremos es la paz"

Antiguamente era conocido como el "Puente de la Muerte", y era la primera línea entre las facciones en conflicto en la capital de la República Centroafricana, Bangui. De él se explican historias legendarias como que estaba empapado de sangre, e incluso que las fuerzas de seguridad del Gobierno temían pisarlo.

Avanzamos hasta 2014, cuando se desplegó la misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas en la República Centroafricana y se comenzaron a adoptar medidas para juntar a las milicias en un intento de reconciliación. No sucedió hasta octubre de 2016, cuando los líderes locales unieron fuerzas con el personal de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas para convencer a los milicianos de que desarmaran y reabrieran el puente.

Hoy en día, es simplemente conocido como el puente de Yakite. Situado en el barrio PK5 de Bangui está en pleno auge de tráfico y de comerciantes locales de las comunidades cristiana y musulmana, gracias en parte a los esfuerzos de estabilización de la misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas.

Este barrio suburbano comercial de Bangui está lleno de pequeños comerciantes que intentan volver a la normalidad. Muchos de ellos han regresado de países vecinos, como Camerún, Chad y la República Democrática del Congo, donde huyeron de la violencia.

"Buscamos la paz. Queremos la reconciliación, pero se continúa matando a musulmanes", dice Lawadi Ismael, un representante del vecindario, que añadió: "Cuando estallaron las hostilidades en 2013, no me fui. Ahora, los negocios están reanudando la actividad paulatinamente, pero los ataques contra los musulmanes deben parar," señala culpando al gobierno por su supuesta pasividad, mientras pide a la misión de mantenimiento de la paz de la ONU que haga más para protegerlos.

Seguimos a una patrulla conjunta de la Misión Integrada de Estabilización Multidimensional de las Naciones Unidas en el la República Centroafricana (MINUSCA) hacia el barrio PK5, escenario de numerosos enfrentamientos entre los rebeldes musulmanes de Séléka y las milicias anti-balakistas, en su mayoría cristianas, que sucedieron durante el conflicto civil que estalló en 2013.

Una unidad de vigilancia aeronáutica es el único apoyo que cuenta la patrulla para recolectar información en vivo: un globo aerostático equipado con una cámara y tres mástiles suspendidos en un vehículo, envían video en tiempo real al centro de operaciones conjuntas, e indican cualquier aglomeración o potencial amenazas.

Se usa para guiar a la patrulla en las zonas que necesitan más seguridad, y sirven para proteger, al mismo tiempo, a sus miembros.

Aunque la tecnología sirve como herramienta de ayuda al personal de mantenimiento de la paz, la reconciliación sigue siendo frágil, sobre todo después de los recientes ataques en el sudeste y el centro del país, a menudo dirigidos a comunidades minoritarias.

“La policía ayuda principalmente a arrestar a sospechosos; los militares intervienen cuando se requiere el uso de la fuerza", explica Jean-Marie Vianney, comandante del pelotón militar ruandés de 36 efectivos, mientras se dirige hacia el PK5 junto con los 12 miembros de la Unidad de Policía del Camerún.

"Hemos de tranquilizar a la población y desanimar a los bandidos", dice la sargento Epouba Martine Martial, oficial de policía camerunesa de MINUSCA.

Pese a los notables progresos y el éxito de las elecciones de marzo de 2016, así como de la presencia de las Naciones Unidas para reforzar la estabilidad, apoyar al gobierno y prestar asistencia humanitaria, la República Centroafricana sigue padeciendo inestabilidad y disturbios esporádicos.

El deterioro de la situación ha provocado que alrededor de una cuarta parte de la población del país abandonase sus hogares y, desde principios de 2017, el número de desplazados internos sea de 600.000 y el de refugiados en países vecinos ascienda a más de 500.000.

Mientras más de un millón de centroafricanos están en situación de desplazamiento -en el interior del país o en el extranjero- el número de desplazados internos que ha llegado al campamento en Bangassou es de 1.800 personas y continúa creciendo.

Al llegar a esa zona el 24 de octubre, cuando se conmemora el Día de las Naciones Unidas, António Guterres rendirá homenaje a los 12 efectivos de mantenimiento de la paz que han muerto en el país desde enero de 2017.

“Las tensiones comunitarias crecen en todo el país. La violencia se extiende. Y la situación humanitaria continúa deteriorándose", dijo Guterres, quien destacó que el Día de las Naciones Unidas debería de celebrarse junto al personal de mantenimiento de la paz que está en la vanguardia en algunas de las zonas más peligrosas del mundo.

En su último informe sobre la República Centroafricana al Consejo de Seguridad, el Secretario General solicitó 900 efectivos adicionales para la misión.

El Teniente General Balla Keita, comandante de la MINUSCA, cree que aumentar la capacidad de efectivos ayudará a la misión a estabilizar la situación. Sin embargo, señaló: "Nunca habrá una solución militar para una operación de mantenimiento de la paz. La solución ha de ser política, una verdadera negociación entre todas las partes".