Más de 60 cascos azules fallecieron tras sufrir diversos ataques en el 2017, un año particularmente mortal para las
fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas. Sin embargo, lograron proteger y salvar muchas vidas, especialmente en la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Mali y Sudán del Sur.