En primera persona: Me di cuenta de que las mujeres afganas todavía están luchando. Y decidí ser una de ellas

Mujeres veniendo sus pertenecencias en la provincia afgana de Balkh.

Afganistán necesita lo que cualquier otro país del mundo necesita: mujeres que trabajen, que lideren, y que conviertan los desafíos en oportunidades.

PMA/Julian Frank
Mujeres veniendo sus pertenecencias en la provincia afgana de Balkh.

En primera persona: Me di cuenta de que las mujeres afganas todavía están luchando. Y decidí ser una de ellas

Mujer

Nasima, una activista por los derechos de las mujeres, asegura que el 15 de agosto de 2021, cuando el Talibán tomó el poder, sintió morir en ella sus esperanzas. Sin embargo, después se dio cuenta de que el Afganistán de ahora es diferente del Afganistán de los años noventa y decidió continuar su lucha.

Nasima*, de 36 años, es una constructora de la paz y activista por los derechos de las mujeres en Afganistán. Después de que los talibanes recuperaran el control efectivo del país hace un año, ella siguió trabajando en Afganistán, en lo que pronto se convertiría en una de las emergencias humanitarias más complejas del mundo.

“Estaba en mi oficina el 15 de agosto de 2021. A las 8:00 de la mañana, una de mis colegas entró diciéndome que cerrará la oficina y enviará a todas las mujeres a casa. Los talibanes estaban a las puertas de Kabul. En ese tiempo yo estudiaba, me encontraba finalizando mi maestría, era la líder de una organización de la sociedad civil y dirigía dos negocios.

Durante los diez meses anteriores, había estado trabajando en crear una red que aproximara las mujeres al proceso de paz. Todos los días, mi trabajo consistía en elevar las voces de las mujeres afganas en los foros donde se tomaban decisiones relacionadas con su futuro. Estaba constantemente sobre el terreno, viajando de provincia en provincia, hablando con miles de mujeres afganas.

A las 11 de la mañana de ese día 15 de agosto, cerré mi oficina y me fui a casa. En el camino, vi que las carreteras estaban bloqueadas por gente que intentaba salir de Afganistán. A las 6:30 de la tarde vi pasar por primera vez a los talibanes frente a mi casa.

Una mujer camina por un pasadizo de la localidad afgana de Zindajan.
ARCHIVO: UNICEF/Shehzad Noorani
Una mujer camina por un pasadizo de la localidad afgana de Zindajan.

Algo murió en mí el 15 de agosto

Recuerdo la última vez que gobernaron como si fuera ayer: mi madre tenía que usar burka, la hija de mi vecino se casó a los 11 años y, cada vez que salíamos de la casa, mi madre me ponía una bufanda grande, en ese entonces tenía ocho años. Algo murió dentro de mí el 15 de agosto de 2021, o al menos así me sentí: mi inversión en Afganistán se fue, mis esperanzas fueron aplastadas, mi educación considerada irrelevante.

A esto siguieron muchas noches oscuras. Los proyectos que involucraron a mujeres tuvieron que cerrarse; la mayoría de mi personal femenino renunció. Pero sabía que tenía que hacer algo. Me di cuenta de que el Afganistán que ahora gobiernan los talibanes es diferente del Afganistán de los años noventa. Esta vez llegaron después de dos décadas de democracia, dos décadas con derechos de las mujeres, tiempo donde se formaron organizaciones dirigidas por ellas, en las que se convirtieron en las principales defensoras de sus propios derechos.

Me di cuenta de que no todas estas mujeres habían salido del país; no todos los hombres educados habían sido evacuados. Me di cuenta de que todavía había muchas mujeres luchando dentro del país. Y elegí ser una de ellas.

El 1 de septiembre estaba lista para volver al trabajo. Llamé a mi personal, mujeres y hombres, y les pedí que regresaran a la oficina. Cambié el enfoque de nuestra organización, pero seguí trabajando solo para mujeres.

“Nunca me rendí”

Abogué con los talibanes para garantizar la protección de nuestro personal femenino en el terreno. Todavía enfrentaba muchos problemas: las puertas de nuestros centros de distribución de alimentos estaban cerradas, mi personal fue golpeado, mi computadora portátil tomada, mi teléfono registrado y me pidieron que permaneciera en silencio.

Pero nunca me rendí. Las mujeres hacían fila en nuestros centros de distribución de alimentos desde las 2:00 de la mañana. Un día vi a una mujer que conocía haciendo fila para recibir alimentos. Ella tiene una maestría y antes trabajaba para el Ministerio de Cultura. Como ella, miles de mujeres solían trabajar para ministerios en todo el país. Ahora, algunas tienen que hacer fila para recibir una bolsa de harina para alimentar a sus hijos.

Cuando reflexiono sobre el último año, es difícil pensar en algo positivo. Las mujeres no pueden ir a trabajar, no tienen derechos y ni siquiera pueden ir a la escuela. La violencia en el hogar está ahora normalizada y algunas mujeres se están suicidando, pues es el último recurso cuando su situación se vuelve insoportable. Pero sé que no estamos solas, sé que nuestra historia no es diferente: en tiempos de guerra, en tiempos de paz, las mujeres son las que más sufren. Afganistán necesita lo que cualquier otro país del mundo necesita: mujeres que trabajen, que lideren, y que conviertan los desafíos en oportunidades.

ONU Mujeres en Afganistán

ONU Mujeres trabaja en Afganistán, apoyando a las mujeres y las niñas afganas cada día.

Su estrategia gira en torno a la inversión en las mujeres, desde la ampliación del apoyo a las supervivientes de la violencia en provincias donde no han estado antes, hasta el apoyo a las trabajadoras humanitarias en la prestación de servicios esenciales y la provisión de capital inicial a las empresas dirigidas por mujeres.

El objetivo de reconstruir el movimiento de las mujeres afganas sigue siendo fundamental en el trabajo de la agencia.

Para saber más sobre el trabajo de ONU Mujeres en Afganistán, y la situación de las mujeres en el país, un año después de la toma del poder por los talibanes, haga clic aquí.

*En este artículo se han cambiado los nombres, los lugares y el desarrollo de los acontecimientos para garantizar la seguridad de las personas que aparecen.