En primera persona: Un refugiada sursudanesa ayuda a otros refugiados a superar sus traumas

Rose Mary Tiep, refugiada sursudanesa en el asentamiento de refugiados Omugo II (Uganda), traduciendo un mensaje para un miembro de su comunidad.

Ahora sé que, aunque tengas recursos, si sufres problemas de estrés emocional puedes llegar a enloquecer

Rose Mary Tiep , asistente psicosocial voluntaria en TPO Uganda

ONU Mujeres/ Eva Sibanda
Rose Mary Tiep, refugiada sursudanesa en el asentamiento de refugiados Omugo II (Uganda), traduciendo un mensaje para un miembro de su comunidad.

En primera persona: Un refugiada sursudanesa ayuda a otros refugiados a superar sus traumas

Migrantes y refugiados

Tras recibir asesoramiento de la Iniciativa Spotlight, dedicada a eliminar la violencia contra las mujeres, una refugiada que huyó de la violencia política y de la doméstica se convirtió en asistente de apoyo psicosocial para una ONG.

Rose Mary Tiep huyó hace cinco años de los abusos domésticos que sufría y de los enfrentamientos en Sudán del Sur. Actualmente, vive y trabaja en Omugo II, una prolongación del asentamiento de refugiados Rhino Camp, en Uganda, que alberga a 43.000 refugiados procedentes de Sudán del Sur.

Tras recibir asesoramiento de la Iniciativa Spotlight, una campaña conjunta de la ONU y la Unión Europea centrada en eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas, se convirtió en asistente voluntaria de apoyo psicosocial en una ONG ugandesa, donde ayuda a otras mujeres y niños a huir y a recuperarse de situaciones violentas.

 "Hay dos motivos que me impulsaron a huir de Sudán del Sur: la guerra y un marido que abusaba de mí. Vivía en Yei (una ciudad de Sudán del Sur), trabajando para una organización que se ocupaba de casos de violencia contra las mujeres”, explica.

Mi vida estaba bien, tenía dinero y un sitio donde vivir. Con mis ingresos incluso pude comprar un coche. Sin embargo, ahora sé que, aunque tengas recursos, si sufres problemas de estrés emocional puedes llegar a enloquecer.

Mi marido me pegaba. Trabajaba como soldado y me amenazaba con dispararme. A veces, dormía en los arbustos. Él pensaba que los niños estaban de mi lado y se enfadaba, pero ellos saben reconocer lo que es el amor y por eso me preferían. Decidí dejarle.

Me escapé en agosto de 2017 y, tras un angustioso viaje con mis cinco hijos, llegué a Uganda cuatro días después. No pude llevar comida y, como los niños eran muy pequeños, tuve que cargar con ellos. Caminábamos por carreteras secundarias porque si hubiéramos conducido por la carretera principal nos habrían matado los rebeldes. Ellos querían capturarme para convertirme en su esposa, porque sabían que tenía dinero.

Cuando finalmente llegamos a la frontera, la ONU nos recogió y nos ayudó a trasladarnos al asentamiento.

Rose Mary Tiep, beneficiaria de un programa de ayuda contra la violencia respaldado por la ONU, en el asentamiento de refugiados Omugo II, Uganda.
ONU Mujeres/ Eva Sibanda
Rose Mary Tiep, beneficiaria de un programa de ayuda contra la violencia respaldado por la ONU, en el asentamiento de refugiados Omugo II, Uganda.

Cómo adaptarse a una nueva vida y a los desafíos

Al entrar en Omugu II me quise morir. Me sentía sola, me aislaba y me autocompadecía ya que recordaba mi nivel de vida en Sudán del Sur.

Los refugiados estamos discriminados. A veces, la comunidad de acogida se adjudica la tierra como si fuera suya. [Cada hogar de refugiados en el asentamiento tiene asignado un terreno para plantar alimentos]. 

Aunque te acosen no puedes responderles, ya que reaccionan de forma violenta. La comunidad de acogida está resentida porque usamos su tierra, pero no es su tierra, es la tierra de Dios. La comunidad de acogida habla lugbara (una lengua de la región del Nilo Occidental en el noroeste de Uganda), así que no podemos comunicarnos.

Me ayudaron mucho las sesiones de asesoramiento psicosocial [con TPO Uganda, una ONG local que colabora con ONU Mujeres]. Ahora puedo mantener a mis hijos y, gracias al apoyo psicosocial que recibí, logré convertirme en mejor madre.

Aunque ya se han terminado las sesiones de asesoramiento, he reunido a grupos de mujeres y hemos hablado de ello. Transmití mis conocimientos a la comunidad: continué el trabajo que tuve que abandonar en Sudán del Sur y decidí enrolarme como asistente psicosocial voluntaria en TPO Uganda.

Gracias a mi experiencia, ahora puedo ayudar a las familias víctimas de la violencia y las remito a mis socios, a las guarderías y a la policía si el caso lo requiere.

Preparar a los hijos para el futuro

Prestamos apoyo psicosocial a los niños que han perdido a sus padres y también identificamos los casos de violencia de género. Por lo general, me baso en mi experiencia para formularles preguntas a las mujeres.

La formación como voluntaria cambió mi vida, y ahora la comunidad reconoce mi valía. Me ha permitido transformar el rumbo de los miembros de la comunidad que sufrieron actos violentos y registrarme como representante para las mujeres en la comunidad de Omugo. Me siento segura y a gusto en mi trabajo.

Me hubiera gustado que mis hijos crecieran en otro lugar y no en un asentamiento. Quiero asegurarme de que vayan a la escuela, aprendan y consigan un trabajo. Algún día me haré vieja, y quiero prepararlos para el futuro".