“Tenemos que actuar como Dios: decidir quién come y quién no”

Lola Castro, directora regional para el sur de África del Programa Mundial de Alimentos

“Tú desayunas, almuerzas y cenas. ¿Qué te parecería si solo desayunaras durante un mes completo? Todo el mundo me mira aterrorizado”

Lola Castro , Directora del PMA para el sur de África

PMA / Marco Frattini
Lola Castro, directora regional para el sur de África del Programa Mundial de Alimentos

“Tenemos que actuar como Dios: decidir quién come y quién no”

Ayuda humanitaria

La directora para el sur de África del Programa Mundial de Alimentos explica el “desafío permanente” que supone atender una de las mayores crisis de hambre en el mundo, haciendo frente a recortes de fondos y al cambio climático.

De la República Democrática del Congo a Sudáfrica y de Angola a Madagascar. Ese territorio enorme es el campo de trabajo de Lola Castro. A la inmensidad geográfica se une una de las mayores crisis alimentarias en el mundo y los efectos devastadores del cambio climático en las cosechas de las que dependen millones de personas para sobrevivir.

La directora para el sur de África del Programa Mundial de Alimentos admite que su trabajo es “un desafío permanente”.

Esta española, de las islas Canarias, lleva 25 años luchando contra el hambre. Estuvo en Ruanda después del genocidio, vio la hambruna en Sudán, pero no se ha anestesiado ante el sufrimiento.  

Habían estado en la selva durante meses, sin nada que comer, solo hojas y frutas silvestres.

“Es verdaderamente impresionante”, dice recordando un viaje a la provincia de Kasai, en la República Democrática del Congo, el país que vive la crisis humanitaria más grave de África.  “Conversamos con mujeres, hombres y niños que habían caminado 300 kilómetros huyendo del conflicto. Estaban con los pies hinchados, no tenían comida. Habían estado en la selva durante meses, sin nada que comer, solo hojas y frutas silvestres. Es realmente impactante cuando visitas estos lugares y te das cuenta de la resiliencia que tiene el ser humano”.

A la magnitud de las tragedias a las que tiene que hacer frente, se suman las complicaciones prácticas de trabajar en algunos de los países menos desarrollados del mundo. “Un camión tarda ocho semanas en recorrer 350 kilómetros en la temporada de lluvias, porque se quedan atascados en el barro”, pone como ejemplo. 

Habían estado en la selva durante meses, sin nada que comer, solo hojas y frutas silvestres.

Del millón y medio de desplazados que hay en Kasai, el Programa Mundial de Alimentos ha llegado a medio millón, por las dificultades logísticas y los recortes de fondos. La falta de dinero ha obligado a reducir la comida que se entrega a refugiados. “A veces parece que el Programa tiene que actuar como Dios porque decide quién come y quién no come, porque cuando tienes tan pocos recursos tienes que priorizar”, asegura.

Lola Castro, directora regional para el sur de África del Programa Mundial de Alimentos, en la República Democrática del Congo
PMA / Marco Frattini
Lola Castro, directora regional para el sur de África del Programa Mundial de Alimentos, en la República Democrática del Congo

Una comida al día

Los refugiados burundeses reciben ahora la mitad de la ración de comida. Lola Castro explica de forma sencilla cómo se sienten estas personas con el estómago vacío. “Tú desayunas, almuerzas y cenas. ¿Qué te parecería si solo desayunaras durante un mes completo? Todo el mundo me mira aterrorizado”.   

Las consecuencias del hambre van más allá de la desnutrición. “Cómo te sentirías sin posibilidad de tener fuerza para trabajar, para mantener a tu familia, para traer agua? Los niños no pueden aprender, tienen tanta hambre que no se pueden concentrar”, resume.

El Programa toma la decisión de a quién proporcionar ayuda evaluando los datos disponibles. “Pero a veces el que está peor y el que está mejor están separados por una línea muy fina”, dice Lola. “Sabes que nunca es suficiente”.

Los niños no pueden aprender, tienen tanta hambre que no se pueden concentrar

La falta de fondos se deriva de que las crisis en África no son mediáticas. Lola cree que hay que conseguir más titulares positivos y cita como ejemplo los programas de compras locales que lleva a cabo su organización. Adquirieron la comida de los agricultores locales, en lugar de traerla desde el otro lado del mundo, generan ganancias para la comunidad y dan a los campesinos la capacidad de expandir su producción y acceder a los mercados.

Actuar antes de las emergencias

Es parte de una nueva estrategia del PMA: prepararse para las emergencias y no solo responder. “Tiene unos resultados increíbles. Estuve en Zambia y Mozambique recientemente y ves que especialmente las mujeres son impresionantes”, dice. “Se han unido para diversificar sus cosechas e ir juntas al mercado. Pueden plantar a tiempo porque tienen una pequeña estación meteorológica. Conseguimos tener un producto de alta calidad que al final va a los programas de nutrición”. El Programa “intenta unir la producción local con los programas de alimentación escolar, para que los niños tengan comida fresca”.

“Hay muchas posibilidades”, asegura Lola. “Hay potencial en la zona”.

Lola Castro, directora regional para el sur de África del Programa Mundial de Alimentos, en Angola
PMA / Marco Frattini
Lola Castro, directora regional para el sur de África del Programa Mundial de Alimentos, en Angola

La entrega de ayuda humanitaria se está adaptando además al cambio climático.

La tecnología de satélites les permite prever donde ocurrirán inundaciones y sequías y trabajar con los gobiernos y comunidades para estar listos. Por ejemplo, almacenan los alimentos cerca de los puntos donde tendrán que repartirse. “En los últimos ciclones en Madagascar, estamos usando drones que después del ciclón pasan por la zona y nos dicen cuántas casas hay afectadas, donde están las zonas inundadas”, explica. “Tomamos las imágenes, las ponemos en mapas y sabemos inmediatamente el número de personas afectadas. No tenemos ni que ir. Las nuevas tecnologías nos están apoyando”.

El objetivo final es mejorar la vida de las comunidades en las que trabajan de forma sostenible, no solo durante la temporada en la que están presentes las agencias humanitarias. “No es solo dar comida, sino lograr que una comunidad tenga un pozo de agua, que cultiven cereales más resistentes a la sequía, que haya una escuela donde dan alimentos que viene de las comunidades y crea mercados”, señala.

Es lo que ella llama “trabajar para el futuro”. “Que cada dólar para ayuda humanitaria no sólo salve vidas, sino que cambie las vidas de estas personas”, concluye.

Producción: Beatriz Barral