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El agua está en el epicentro del desarrollo sostenible y es fundamental para el desarrollo socioeconómico, la energía y la producción de alimentos, los ecosistemas saludables y la vida humana. Sin embargo, alrededor de 2100 millones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura.
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El agua es también una cuestión de derechos. A medida que crece la población mundial, se genera una necesidad creciente de conciliar la competencia entre las demandas comerciales de los recursos hídricos para que las comunidades tengan lo suficiente para satisfacer sus necesidades.
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A pesar de ello, cerca de 4500 millones de personas carecen de servicios de saneamiento gestionados de forma segura. En la imagen, una madre lava a su hija de veintiséis meses en el campamento para refugiados sirios Marj Khokh, en Líbano.
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En concreto, las mujeres y las niñas deben tener acceso a instalaciones de saneamiento limpias y que respeten su intimidad, para que puedan manejar la menstruación y la maternidad con dignidad y de forma segura. En la fotografía, una niña sonríe mientras bebe agua de una fuente de la aldea de Adone, en República Democrática Popular Lao.
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El agua también ayuda a mitigar los efectos del cambio climático y sirve de vínculo crucial entre la sociedad y el medioambiente. De hecho, se estima que el 90 % de los desastres naturales están relacionados con el agua. En la fotografía, la gente afectada por el huracán Matthew, en Haití, traslada agua limpia en cubos para poder llevarla a casa.
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El agua no potable y el saneamiento deficiente son las causas principales de la mortalidad infantil. La diarrea infantil, asociada a estos problemas, causa la muerte a 1,5 millones de niños anualmente, la mayoría de ellos menores de cinco años en países en desarrollo. En la imagen, dos niños nigerianos juegan con una fuente de agua en el campamento para desplazados de Bukasi, en el estado de Borno.
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Las aguas contaminadas y la falta de saneamiento básico también obstaculizan la erradicación de la pobreza extrema. En la fotografía, una mujer de cincuenta años llena su bidón de agua en el campamento para desplazados internos de Abu Shouk, en el norte de Darfur.
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La relación entre la falta de agua y saneamiento y los objetivos de desarrollo es obvia y solucionar el problema resulta rentable. Los estudios muestran que cada dólar invertido se traduce en un beneficio de 9 dólares. Ese retorno de la inversión beneficia a los niños pobres y las comunidades que más lo necesitan. En la imagen, Horriya, de doce años, carga un bidón de agua en el campamento de Ain Issa, a cincuenta kilómetros al norte de Al Raqa.