Afrontar las incógnitas de volar en un Haití en conflicto

Un helicóptero del UNHAS aterriza en la Isla de la Tortuga, frente a la costa norte de Haití.

Nunca he pensado en abandonar el país. Si me voy, ¿quién se queda? Como haitiana y trabajadora humanitaria, quiero estar aquí y ayudar a que el país vuelva a ser lo que era.

Robine JNBaptise , empleada del Servicio Aéreo Humanitario de la ONU

© PMA/Tanya Birkbeck
Un helicóptero del UNHAS aterriza en la Isla de la Tortuga, frente a la costa norte de Haití.

Afrontar las incógnitas de volar en un Haití en conflicto

Ayuda humanitaria

La única forma de transportar trabajadores humanitarios y ayuda de emergencia a la capital de Haití, Puerto Príncipe, azotada por bandas criminales, es a través de un servicio aéreo que proporciona la ONU. Dos mujeres que participan en sus operaciones diarias cuentan sus experiencias volando en una zona de alto conflicto.

Puerto Príncipe está sumida en la inseguridad debido a la violencia de las bandas. El Servicio Aéreo Humanitario de la ONU (UNHAS) gestionado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) es la única opción para que los trabajadores humanitarios viajen con seguridad dentro y fuera de la ciudad y para que los equipos críticos y la ayuda de socorro se transporten y distribuyan dentro del país.

Robine JNBaptise, que trabaja para ese Servicio, y Christine Blais, empleada de Construction Helicopters, la empresa de aviación que opera los aviones, afirman que tienen que gestionar “incógnitas” y “peligros y estrés” para que los aviones sigan volando.

Un helicóptero sobrevuela una zona urbana de Haití.
© PMA/Theresa Piorr

Ambas hablaron con Noticias ONU sobre sus experiencias de trabajo en una zona de alto conflicto.

Robine JNBaptise: Tenemos dos aviones aquí en Haití: un helicóptero con capacidad para unas 19 personas o para cargo de hasta dos toneladas, y un jet 45 de ala fija que lleva a nueve personas. Soy asistente de aviación y reservas, por lo que me encargo de subir y bajar a la gente del avión. También ayudo con la administración y la obtención de permisos de explotación.

Christine Blais: He trabajado como mecánico de vuelo y encargada de tripulación en misiones por Haití. En un día cualquiera, volábamos entre dos y seis horas. Nuestros aviones tienen ahora su base en Cabo Haitiano, pero hemos volado desde Turcas y Caicos, así como desde la República Dominicana.

Robine JNBaptise: Es un trabajo estresante, pero por suerte para mí, me desenvuelvo muy bien bajo presión. Algunos días ayudamos hasta a 100 personas, principalmente trabajadores de organizaciones no gubernamentales, pero también personal de la ONU. Trasladamos a la gente a una zona más segura del país, pero también traemos de vuelta a Puerto Príncipe al personal esencial. Hemos trasladado a unas 200 personas a destinos fuera de Haití, así que, al fin y al cabo, es un trabajo gratificante.

Christine Blais: Cuando aterrizamos en Puerto Príncipe, reducimos al mínimo el tiempo en tierra para mitigar los riesgos. Podemos aterrizar, cargar y despegar en dos o cinco minutos, lo que es muy rápido. Tenemos un equipo de tierra muy bueno que nos mantiene seguros. En una zona de alto conflicto, tenemos que mantenernos flexibles en todo momento, al tiempo que respondemos a las necesidades de la ONU.

Robine JNBaptise: Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos es sobrevolar Puerto Príncipe, donde las bandas se enfrentan entre sí o con la policía. Siempre existe el peligro de que uno de nuestros aviones sea alcanzado por una bala perdida, aunque no creo que nuestros aviones sean blanco de ataques intencionados.

Christine Blais: Colegas míos estaban en el aeropuerto internacional cuando se produjo un fallo de seguridad. Fue sin duda un momento peligroso y aterrador para ellos, ya que se produjeron disparos mientras trabajaban en un avión. Un avión comercial, que estaba en tierra en ese momento, fue alcanzado.

Robine JNBaptise: El aeropuerto internacional cerró durante algunas semanas, así que establecimos una zona de aterrizaje en otro lugar. Una gran preocupación es que las bandas pudieran trasladarse a esta zona y apoderarse de la zona de aterrizaje, lo que detendría nuestras operaciones.

Este trabajo puede dar miedo, pero ya estamos acostumbrados a los peligros y al estrés, aunque nos aseguramos de no correr riesgos. Tengo que tener en cuenta que me puede pasar cualquier cosa a mí o al avión.

Christine Blais: En las zonas de alto conflicto siempre hay incógnitas, y tenemos que ser conscientes de las amenazas en todo momento. Confío mucho en nuestro equipo y entiendo que si ocurriera algo, hay que afrontarlo como venga.

Un pasajero llega en un helicóptero de UNHAS.
© PMA/Theresa Piorr

Robine JNBaptise: El servicio que prestamos realmente salva vidas, así que, si nuestras zonas de aterrizaje se cerraran, sería desastroso. En UNHAS, siempre tenemos que recordar a la gente que somos un servicio humanitario y que no tomamos partido. Nuestra función es transportar trabajadores humanitarios y ayuda de emergencia para ayudar a las personas en crisis.

Nunca he pensado en abandonar el país. Si me voy, ¿quién se queda? Como haitiana y trabajadora humanitaria, quiero estar aquí y ayudar a que el país vuelva a ser lo que era.

En algún momento, la situación va a mejorar porque cuando tocamos fondo, no hay otro sitio al que ir que hacia arriba. Este es mi hogar, y quiero formar parte de un futuro mejor para Haití.